Archivo mensual: febrero 2014

Soy una nenaza

Cómo debe ser evidente, no he terminado mi novela. Se podría decir que prácticamente no la he empezado. Bueno, no se podría decir, es que es así. Hay escritas un par de páginas, el esquema y una semblanza de los personajes principales. Aparte de fragmentos de ‘reescribir la Biblica’ como el que vistéis por aquí hace casi dos meses con la historia de Judá y Tamar.

La razón es que soy una nenaza. Sí, sé que suena misógino, pero quiero escribir una novela sobre la Biblia, ¿qué esperabáis? En fin, que no he tenido fuerza de voluntad para ponerme un horario. Mi trabajo no ayuda, porque por definición no tiene horario, pero, ¿quién ha dicho que los escritores deban dormir? Dormir es de nenazas.

Igual he sido demasiado ambicioso y debería plantearme una disciplina más flexible que la que permite la novela. Como proponerme escribir un libro de relatos. O un relato al mes, o cada quince días, ritmos que en el pasado fui capaz de cumplir. Por otro lado, cualquier día de estos voy a cumplir 29 años y, ¿no hay que escribir una novela antes de los 30 o algo así? Quiero decir, ¿si no es ahora, cuándo?

También soy consciente de que si te pasas dos meses sin pisar el gimnasio, pretender levantar 60 kilos, por mucho que hace dos meses si pudieras, es de estar muy flipado. Te vas a joder la espalda, en el mejor de los casos. No vas a ser capaz. Tienes que volver a empezar desde el principio, a tus 30 kilitos, y recuperar el ritmo. Pero claro, está el coraje de no acabar lo que se empieza.

Por otro lado, parte de mi problema, más allá de que no he tenido disciplina -con otras cosas sí, pero quiero hacer tantas a la vez que vivo en la desorganización más absoluta-, es que no soy capaz de encontrar el estado mental de la novela. De proyectar el paisaje bíblico ese. No sé si me explico.

El periodo más productivo para ‘Salomón’ fueron los 10 días de vacaciones de Navidad que pasé en casa de mis padres. Esa casa es la mi abuela reformada, y antes fue parte de la de mi bisabuelo, en un despiece de generación en generación de lo que debía ser un casoplón. Vamos, que es Macondo. Allí me calcé La Divina Comedia con 13 añitos.

Es decir, para mi es más fácil conectar con el narrador telúrico, la narración pura básica, en esa casa como lugar de poder. Me acerca al estado chamánico de conciencia. Por supuesto, como soy un racionalista y lector de Magonia, sé que ponerme en plan Jung son zarandajas. Pero me funciona.

En Granada, que es donde vivo, soy periodista. Y me dedico a ver la crisis en vivo y en directo, en asiento de primera fila. Así que el cuerpo me pide escribir otro tipo de cosas, y administrarla en píldoras.

¿Qué debo hacer? ¿Qué será de ‘A tres tintas’? ¿Es todo rollo y me quedaré en escritor wannabe? ¿Le interesa esto a alguien?

No por mucho madrugar amanece más temprano.

Jose